Escaping from reality

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miércoles, 19 de octubre de 2016

Invasión Árabe a España


LA INVASIÓN ÁRABE DE ESPAÑA (711-1492) EL CALIFATO OCCIDENTAL
A la muerte de Mahoma, en el año 632, sus sucesores (los califas) consiguen la unidad Árabe. Inmediatamente después, estos se lanzan a la conquista de los países cristianos mediante una gigantesca maniobra de tenaza que se desarrolla en dos direcciones: Hacia Oriente, destruyendo en poco tiempo el imperio Persa y amenazando hasta las puertas a Bizancio; Hacia occidente, adueñándose de toda el África septentrional y pasando desde allí a España y Francia. Así a los cien años de la muerte de Mahoma, los pueblos Árabes, impulsados por su fe, han fundado un gran imperio que perdurará por largo tiempo en tierras lejanas, y esta es su Historia...
En el año 711, grupos provenientes de Oriente y del Norte de África (árabes, sirios y bereberes), de religión musulmana, al mando de Tarik, derrotaron al rey visigodo Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Empezó así la dominación árabe de la Península Ibérica que se prolongaría durante ocho siglos, hasta 1492, momento en que el último rey nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos.


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 Etapas históricas de al-Ándalus
La conquista (711-722): A partir de la derrota de Guadalete, Tarik, y Muza, gobernador de Afriquilla, recorrieron la Península y conquistaron sin esfuerzo las grandes ciudades: Écija, Jaén, Sevilla, Mérida y Toledo (713), Zaragoza (714) y la zona de Cataluña (716-719). La conquista no ofreció grandes hechos bélicos: las ciudades hispano godas ofrecieron poca resistencia, firmando pactos y capitulaciones, y así la España conquistada, bajo el nombre de Al-Ándalus, pasó a ser provincia del Imperio musulmán.
Emirato dependiente de Damasco (711-755): Al-Ándalus se hallaba sometida al califa de Damasco, aunque sus gobernadores dependían de Afriquilla (Túnez). La capital estuvo en un primer momento en Sevilla pero pronto se trasladó a Córdoba. Durante este periodo fueron frecuentes las luchas entre los propios musulmanes, de diferentes etnias.
1.1. CONQUISTA Y EXPANSIÓN ISLÁMICA. 
La invasión de Península por los musulmanes estuvo relacionada con la extensión de su poder por el norte de África, iniciada al ocupar Egipto entre 640 y 642. En los años siguientes, los árabe-musulmanes liquidaron la presencia bizantina en Libia y Túnez e impusieron su dominio a las tribus del Magreb.
La conquista árabe-musulmana de la Península Ibérica comenzó en el año 711. Dos fueron las razones principales de esta invasión:
El Estado visigodo padecía una profunda crisis por los continuos problemas sucesorios de la monarquía electiva. Las luchas entre nobles que aspiraban a la corona provocaron una fuerte inestabilidad política y debilitaron el poder militar.

El ímpetu expansivo del islam, que, en algo menos de un siglo (632-700), había conquistado un extenso territorio que comprendía desde el Magreb hasta el Imperio persa.
La conquista puede dividirse en dos fases:

a) Primera fase (711-716). En abril de 711, un ejército de 12.000 bereberes, al mando de Tarik, lugarteniente del gobernador árabe Muza, cruzó el estrecho de Gibraltar. Dos meses después, habida cuenta de la debilidad del Estado visigodo, derrotó al rey visigodo Don Rodrigo a orillas del río Guadalete. En los años siguientes, hasta 716, árabes y bereberes se aseguraron el dominio del territorio peninsular a través de pactos de capitulación con los nobles visigodos. Muchos de estos aceptaron someterse a los invasores mediante la firma de pactos económicos que les garantizaban el mantenimiento de buena parte de sus propiedades, así como su estatus social y religioso.

b) Segunda fase (716-732). Desde 716 la conquista se hizo más dura y comportó la conquista de las tierras próximas a los Pirineos y la Septenaria. En el año 732 los musulmanes fueron derrotados por Carlos Martel en Poitiers en su intento de expansión a costa del reino franco. Del mismo modo, la hostilidad de vascos, cántabros y astures, así como la accidentada orografía del terreno hizo desistir a los musulmanes de su conquista, perfilándose como frontera de sus dominios la cordillera Cantábrica y los Pirineos. Así el despoblado valle del Duero se convirtió en una “tierra de nadie”, que servía de frontera entre Al-Ándalus y los pequeños reinos cristianos del norte peninsular.


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Se ha querido transmitir la idea de que España era poco menos que un erial artístico e intelectual hasta que la fecundó el Islam. Sin embargo, el historiador Bonilla san Martín apunta que "el movimiento priscilianista, los trabajos de los concilios de Toledo, las producciones de los escritores, atestiguan en la España de los siglos IV y V una cultura excepcional. La invasión goda, lejos de sofocar este progreso, lo acrecentó y estimuló notablemente". De hecho, los estudiosos mantienen que el arte arábigo fue una prolongación del ibero y del visigótico.
El árabe no empieza a generalizarse por escrito en España hasta la segunda mitad del siglo XI. Es entonces cuando florecen las ciencias, la filosofía y la poesía. La rica lengua árabe es el instrumento; el genio lo aportan aquellos que vivían ya en Al-Ándalus y los que llegaron como invitados, tanto del mundo islámico como del cristiano, sin distinción de etnias. No obstante, innovaciones arquitectónicas como el arco de herradura no son una aportación arábiga; éste existía en Occidente y puede verse en varias construcciones de España y Francia anteriores al Islam. Tampoco parece obra suya la mezquita de Córdoba, ni nació mezquita. Ese templo, bosque de columnas, es incompatible con el culto musulmán y con el cristiano, ya que ambos exigen espacios diáfanos para seguir al oficiante.

En suma, demasiadas incógnitas a la hora de analizar un periodo que fue trascendental para la posterior evolución de la sociedad española y que la historio grafía oficial ha catalogado, de forma excesivamente parcial y simplista, como una invasión y una conquista, pero como decía Ortega y Gasset "Una reconquista de seis siglos no es una reconquista".
Lo más probable es que nunca existiera una invasión violenta sino una revolución interna de los pobladores de la Hispania que se dejaron seducir por la magia de lo nuevo y mejor.
Incluso el ahora celebre Bin Landen en uno de sus vídeos rememora el paraíso perdido de el Al-Ándalus. Quizá una prueba evidente de que dos culturas diferentes pueden fundirse y progresar de la mano de la buena voluntad.
La aportación de Vallé al examen de los textos árabes ha encontrado una acogida desigual. Sánchez Albornoz rechazó de plano las novedades que contenía su primer artículo sobre el tema (en Cuadernos de Historia de España, XLIX-L, 1969, 294-309) admiten sin reservas la desmitificación a que Vallvé ha sometido a personajes como Tarif. Como todas las teorías que replantean de nuevo un saber adquirido, las de Vallvé no siempre han sido aceptadas, pero tienen el mérito indudable de haber sabido interrogar de una forma nueva a textos conocidos de antiguo y pocas veces examinados con rigor. En líneas generales, y sin entrar en el detalle de la discusión filológico-histórica, esta nueva interpretación de la conquista insiste en la pervivencia de un sustrato preislámico y en la continuidad, bajo nombres diferentes, de mitos y lugares históricos de procedencia grecorromana, aunque sin cuestionarse el hecho mismo de la conquista ni interrogarse sobre su significado en la Historia de España. Este último punto ha sido, como se ha visto más arriba, objeto de estudio para historiadores o ensayistas (habría que mencionar aquí a Unamuno o a Ortega y Gasset), en tanto que los arabistas se han visto ante el dilema, no siempre resuelto felizmente  29 de 30 considerar a al-Ándalus como una parte de la Historia de España (los andalusíes eran musulmanes españoles) o aceptar la invasión como el inicio de un período más de la Historia del Islam.



BIBLIOGRÁFICA:
















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